sábado, 17 de diciembre de 2016
viernes, 16 de diciembre de 2016
jueves, 8 de diciembre de 2016
lunes, 28 de noviembre de 2016
Gracias por hacerme amar el fútbol
Disculpar si hoy he conectado con la nostalgia. Si pensando en esta pasión tan inconmensurable que compartimos, he retrocedido en el tiempo, hacia aquella época en la que las camisetas iban por dentro del pantalón y los sistemas de juego eran tan distintos, sin tanta movilidad ni creación en el medio campo. Antes de que llegaran esos esféricos de última generación, con elementos evolutivos que dejaron atrás aquellos balones de numerosos hexágonos y, primeramente, a la pelota de cuero que cerraba sus costuras con cordón.
Previo a la regulación de infraestructuras de los estadios de la UEFA, que establece categorías para clasificar los domicilios del fútbol. A que la Quiniela perdiera ese protagonismo ante las apuestas al alcance de un clic, los viernes y los lunes ensancharan la jornada liguera y el fútbol se comprara a operadores de telefonía.
Todos los amantes de esta disciplina deportiva encontramos, en el sostén de esta inclinación al fútbol, un padre, madre, abuelos u otros, que nos transmitieron esa predilección. Los responsables de llevar el fútbol a nuestros hogares y hacernos crecer unidos a él, haciéndole dueño de nuestras emociones.
Padres que sacrificaron o invirtieron parte de su tiempo en todos aquellos viajes al terreno de juego los días de entrenamiento y partido. Figuras progenitoras que vivieron siempre aferradas al fútbol y nos entregaron el apego por el verde. O abuelos que disfrutaban explicándonos las batallas de añejos jugadores.
En aquel entonces se colocaban dos piedras para fijar una portería, y se hacían filigranas con un balón improvisado. Y en el mejor de los casos, se corrían las bandas por campos de tierra, donde era tan difícil controlar un balón tras la lluvia. Pantalones, desgastados y descoloridos, en los que se colocaban rodilleras por enésima vez, tras los encuentros que se disputaban en el recreo.
Con esas ramas de nuestro árbol genealógico, se establecía el diálogo de las últimas hazañas de esos futbolistas que nos enamoraban. Ellos compraron nuestra primera camiseta de aquel jugador que fue leyenda o que nos causó el dolor de abandonarnos para jugar en otro club. Nos llevaron a un estadio por primera vez y nos acompañaron en el viaje del fútbol hasta este punto del presente.
Disculpar si tomo la primera persona. Me acuerdo de no levantar dos palmos del suelo y encontrarme en una grada de hormigón. Todos esos domingos, persiguiendo el balón con la mirada, con bolsa de patatas incluida. Y en la vuelta a casa, la parada en el quiosco, cromos o vestidos de papel para muñecas. Fantásticas mañanas con final feliz. Algunas más que otras, dependiendo de si se perdieron puntos en el terreno de juego.
Yo, no me preguntéis por qué, pero ante esos apellidos tan conocidos y que sonaban tan bien en clase, renegaba un poco del mío. Aquél, que justamente me había dado mi padre en el libro de familia. Hasta que Don Joaquín Caparrós me cambió ese poco cariño por orgullo.
A diferencia de muchos, mi padre y yo somos rivales. Y directos. Conseguimos no tirarnos de los pelos, y amar el fútbol juntos de forma paralela.
Podría resumir esa convivencia con tres instantáneas que sólo están impresas en la memoria. Festejar esa primera Copa de Europa, sin su presencia y a sabiendas de su fastidio. Ese pasillo al equipo rival, que aún queriendo no tener una postura fanática, te ocasionaba ese malestar y tenías que asumir y acatar con la sonrisa de satisfacción del vecino. En este caso, la de mi padre. Y el recuerdo de su consuelo ante algunas eliminaciones en las que las lágrimas y el disgusto me acompañaban a la cama. Ante tantos desacuerdos deportivos, la reconciliación, el respeto y el aliento de un padre para regresar a la calma.
Ahora, la edad ya no le acompaña para ir al campo del equipo del barrio, que juega en Tercera División. Cada vez que le visito, sin perder esa tradición, sigue pegado al periódico deportivo, y entablamos como siempre una conversación sobre los últimos acontecimientos en el fútbol.
Disculpar también por hablaros de alguien a quien no conocéis. Sin embargo, seguro que podéis ver reflejados a vuestros guías de un camino en el que el balón es el intérprete principal. Recordar con ellos esas emisiones de televisor sin HD, los viajes en coche con la retransmisión de los partidos de las cinco de la tarde por la radio, y la mítica canción ‘Me gusta el fútbol’ de Canal +. Documentales mundialistas, de Maradona o de la escuela holandesa. Así como todas esas gestas de vuestro equipo. Esos goles y la euforia en su máxima expresión. Abrazos y felicitaciones compartidas. Alabanzas sobre los muros más sólidos, la magia más fantasiosa y las ejecuciones más impecables. Quizás también ascensos y descensos. Momentos de esperanza y de sueños no cumplidos. Victorias y derrotas que no podrán borrarse de vuestra retentiva.
Que estas líneas ejerzan para homenajear a todas las personas que han sido los maestros de aquello que nosotros sentimos como forma de vida. Gracias por descubrirnos este sentimiento.
Los días de fútbol amanecen distintos. Las noches, tras partidos, lucen con una luna especial. Es un amor sin medidas, al que te entregas sin esperar nada a cambio. Una especie de religión de la que somos fieles practicantes. El fútbol, al contrario que nosotros, parece que rejuvenece con el paso de los años. Es muy diverso del que era, pero sigue conservando esa naturaleza que se asocia a nuestras emociones. Nos vamos acoplando, con algunas protestas en voz baja, a todos esos cambios de un gran negocio que se hace gigante con el eje del balón. Cumpliendo con una promesa, la del amor eterno.
Gracias, papá, por hacerme amar el fútbol. Y gracias, fútbol, por guardar en ti tantos recuerdos de los dos.
viernes, 25 de noviembre de 2016
domingo, 6 de noviembre de 2016
miércoles, 2 de noviembre de 2016
lunes, 31 de octubre de 2016
jueves, 20 de octubre de 2016
domingo, 16 de octubre de 2016
sábado, 15 de octubre de 2016
sábado, 17 de septiembre de 2016
sábado, 10 de septiembre de 2016
viernes, 9 de septiembre de 2016
jueves, 8 de septiembre de 2016
martes, 6 de septiembre de 2016
domingo, 4 de septiembre de 2016
La mala costumbre
La mayoría de nosotros vive pensando que esto será eterno. Que somos inmortales y que las desgracias solo le pasan al de al lado. Vivimos inmersos en una ignorancia que nos hace débiles y solo lamentamos lo ocurrido cuando ya es demasiado tarde.
Y es que…
Tenemos la mala costumbre de dejar para luego, de reír poco y de querer hacerlo mañana. Tenemos la mala costumbre de echar de menos, en lugar de hacerlo de más. La mala costumbre de usar los luegos y no los ahoras. Luego te llamo, luego te escribo, luego te contesto, luego nos vemos. Y obviamente nunca llamó, nunca escribió, nunca contestó y nunca fue visto. Tenemos la mala costumbre de querer tarde. De valorar tarde. De pedir perdón demasiado pronto. Debería haber un número máximo de perdones. Perdonar nos hace grandes, de acuerdo, pero cuando tienes que perdonar todos los días, al final un lo siento se convierte en el comodín de cualquier pretexto injustificado, innecesario e inmerecido. Tenemos la mala costumbre de defender al malo y descuidar al bueno. De contar mentiras tra la rá y de tener que hacer un máster para descubrir verdades. Mantenemos en nuestra vida “amigos” porque sí y llenamos nuestras agendas de compromisos a los que realmente no queremos ir. Tenemos la mala costumbre de sentirnos mal por decir no y de creernos mejores por decir si.
Tenemos la mala costumbre de esperar a un cáncer, a una mala noticia o a una llamada de que alguien querido se nos fue, para tomar las riendas de nuestra vida y empezar a apreciar cada puesta de sol, cada mañana que te levantas de la cama y cada luna que abrazas en tu almohada. Tenemos la mala costumbre de usar el descuido a diario, olvidando que los pequeños detalles importan, que los pequeños detalles construyen grandes caminos y que cada lunes, puede ser el mejor día de la semana. Tenemos la mala costumbre de quejarnos por todo, de culpar siempre al otro porque claro, tú eres un ser perfecto y nunca, nunca, haces nada. Siempre es la parte contraria. Decimos muy pocos te quieros y hacerlo por primera vez es como “buf que va, no vaya a ser que se asuste”. ¿Asustarse de qué? ¿Cómo una persona puede asustarse porque alguien le quiera?.
Asústate si algún día te vas a la cama sin sentir que quieres a otra persona.
Asústate el día que te vayas a dormir sin decirle a esa persona lo importante que es para ti.
Asústate cuando no le des besos a tu madre y a tu padre.
Asústate cuando seas incapaz de abrazar a alguien y sentir esa sensación tan extraordinaria que producen los abrazos.
Asústate cuando las defensas de tu cuerpo se hayan vuelto inmunes al dolor ajeno.
Y cuando veas una injusticia y no hagas absolutamente nada para remediarlo.
Asústate cuando pases un solo día sin ayudar a alguien.
Asústate de verdad, porque créeme. Estás muerto.
Y es que…
Tenemos la mala costumbre de trabajar demasiado, de cargar con una mochila llena de cosas innecesarias y de comer más de lo que nuestro cuerpo necesita. Tenemos la mala costumbre de creernos mejores que los demás, de bailar poco, fumar mucho y respirar a medias. Tenemos la mala costumbre de ir caminando por las calles de nuestra ciudad mirando al suelo, o a nuestro teléfono móvil. ¿Alguna vez te has dado cuenta de lo bonitos que son los edificios de esas calles por las que pasas a diario? Por no hablar de la luz de las estrellas.
Tenemos la mala costumbre de empezar el gimnasio la semana que viene. De cuidarnos cuando ya es demasiado tarde y de tomar vitaminas cuando estamos enfermos. Tenemos la mala costumbre de creer que el pelo de aquella es mejor que el nuestro. Que su suerte es nuestra desdicha y de compararnos como si fuésemos presa de alguien que busca en comparadores de Internet. Tenemos la mala costumbre de medirnos por nuestros estudios o por nuestra altura. De confundir la belleza con la delgadez y de creernos que no somos capaces de conseguirlo, porque alguien una vez así, nos lo hizo creer. Y no fue nadie más que tú mismo.
Tenemos la mala costumbre de apuntarnos a clases de idiomas, cuando ni siquiera dominamos el nuestro. De querer conocer mundo y viajar lo más lejos posible cuando aún, nos quedan lugares maravillosos por descubrir en nuestra propia tierra. Tenemos la mala costumbre de comer animales, de contaminar el mundo y de lavar la ropa en vez de nuestras conciencias. Tenemos la mala costumbre de escuchar poco y hablar demasiado. De dar consejos y juicios de valor sin ser conscientes del poder que pueden llegar a tener nuestras palabras. Dejamos demasiado pronto y tenemos muy poca paciencia. Objetos de usar y tirar, sin importarnos lo más mínimo su destino. Tenemos la mala costumbre de creernos que lo sabemos todo. Cuando realmente, no tenemos idea de nada.
Wasapeamos mucho,
dormimos demasiado
y follamos poco.
Nos pasamos media vida o vida entera, soñando esa vida perfecta que nos gustaría tener. Cuando somos ajenos a que realmente la vida perfecta es ahora. Es cada momento, cada instante de los segundos que marca el reloj de tus días. Es cada oportunidad, cada sonrisa, cada beso y cada vez que te enamoras. ¡ENAMORÉMONOS TODOS LOS DÍAS DE NUESTRA VIDA! No pongas barreras a tu corazón y deja los prejuicios para aquellos que llevan el cartel de cobarde escrito en tinta permanente. Ni con disolvente se va.
Empieza a acostumbrarte a esta vida que a veces es dura. Terriblemente dura. Pero no te lamentes ni te vayas nunca a la cama habiendo hecho daño alguien. Habiendo dejado para luego esos ahoras que nunca llegaron. No habiendo cumplido ese sueño que tanto querías, no habiendo hecho unos kilómetros de más ese día porque tu cuerpo estaba cansado. No permitas que alguien fallezca para luego recordarlo y decirle mirando su foto, cuánto le querías. No dejes que la rutina o la sensación de eternidad descuide lo verdaderamente importante de tu vida.
En definitiva, no dejes que la mala costumbre sea la invitada de honor en los días que te quedan por vivir a partir de hoy.
Quiere ahora, no mañana.
sábado, 3 de septiembre de 2016
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