lunes, 29 de agosto de 2016

A veces la gente construye muros, no para evitar que otros entren, pero sí para ver a quiénes de verdad les importa como para destruirlos.

Dani Martín


¿Me ves mal y no eres capaz de nada?
A veces los recuerdos son los que nos impiden seguir adelante.
A veces sonreír no significa que estoy feliz, a veces significa que soy fuerte.
Ojos que no ven con el tiempo verán.
Más le vale a la gente que me han puteado a lo largo de mi vida, NO necesitarme algún día.

No renuncies solo porque las cosas se pusieron difíciles, si vale la pena, no será fácil.

A veces hay que cerrar puertas para abrir portones.

Nunca te rindas ni te conformes, hasta que lo bueno sea mejor y lo mejor excelente.
Nadie es lo suficientemente importante para amargar tu vida.
La vida es como un rompecabezas, cada pieza tiene una razón, un lugar, un porqué... no insistas en poner piezas donde no caben.
La vida no da segundas oportunidades, ¡La vida da nuevas oportunidades!
A veces las personas piensan que con "Perdonar" todo se olvida y que todo sera como antes.. sin pensar que la CONFIANZA ya no sera la misma.

Recuerda que las personas que te juzgan, no importan y que la gente que importa, no te juzga.
Me gusta la gente que sin motivos te busca, que sin mirarte te quiere y sin ataduras se queda.

viernes, 26 de agosto de 2016

No confíes fácilmente en las personas, porque hasta tu propia sombra te abandona cuando estás en la oscuridad.
Nunca te rindas ni te conformes, hasta que lo bueno sea mejor y lo mejor excelente.
Faltan personas, sobra gente.
No digas “no puedo” ni en broma, porque el inconsciente no tiene sentido del humor, lo tomará en serio y te lo recordará cada vez que lo intentes

Villa, ejemplo de superación


La vida está llena de obstáculos. Obstáculos que superar y de los que aprender y crecer. Y, por ende, es importante no rendirse nunca. Algo que Villa sabe perfectamente lo que es.
Con cuatro años, una fractura en el fémur pudo apartarle definitivamente del fútbol. Pero él no se rindió. Ni su familia. O se operaba, con el riesgo de que una pierna no quedase a la misma altura que la otra, o se la escayolaba y realizaba un tratamiento largo. Su familia eligió la segunda opción y su padre le aconsejó usar la izquierda, su pierna menos buena, para darle al balón. Villa no sólo consiguió salir adelante, sino que el trabajo realizado le convirtió, a la larga, en mejor jugador aún. En uno más completo.
Como si ello no fuera suficiente, pocos años después, Villa volvió a recibir otro varapalo. El Oviedo lo rechazó por su altura y su escasa potencia. Tenía 9 años y no iba a rendirse tan fácilmente. Un día después firmó por el Langreo y nueve más tarde llegó a Gijón. El resto es historia: cortita y al pie, ha ganado 1 Mundial, 2 Eurocopas, 3 Ligas y 1 Liga de Campeones. Y eso que en diciembre de 2011 se fracturó la tibia de la pierna izquierda, la peor lesión de su carrera. Pero ni siquiera eso pudo con él.
Villa es actualmente uno de los deportistas españoles con mejor palmarés. Y merecidamente, además. Ha luchado, ha demostrado y ha ganado. Siempre ha tenido las ideas claras y ha buscado ser fiel a sus ideales. En este sentido, fue capaz de decir adiós al Barça o al Atlético, porque en un sitio no disponía de suficiente protagonismo y en el otro encontró una nueva aventura que le sedujo. Así se convirtió en el primer jugador de la historia del New York City.
Qué le deparará el futuro no lo sabemos. Él está disfrutando de la tranquilidad en la que quizá sea la mejor ciudad del mundo, Nueva York, y no negaremos que no estaría nada mal verle levantar una MLS. Al igual que también molaría verle de vuelta en España retirándose en el Sporting. Sea como sea, lo que sí está claro es que esperamos disfrutar de su fútbol unos años más.

miércoles, 24 de agosto de 2016

Nunca dejes pasar una oportunidad que te haga feliz, aunque a los demás no les guste


























Llorar no es de débiles. Nacimos llorando porque llorar es agarrar aire, sacar lo que nos duele y seguir adelante.

Resumen de los Juegos de Río

martes, 23 de agosto de 2016

A veces llorar parece tonto, pero muchas veces las palabras no pueden decir lo que las lágrimas pueden expresar.
No somos personas frías por falta de sentimientos, sino por abundancia de decepciones.
He llorado sin que se me cayese una lágrima, he gritado en el completo silencio y he sonreído a todo el que disfrutaba viéndome sufrir.
Las lágrimas son la forma en que tu cuerpo habla cuando tu boca no puede explicar el dolor que siente.





We're The Superhumans | Rio Paralympics 2016 Trailer

Dime que no puedo y tendré un motivo mas para callarte la boca...
Dejar de jugar al fútbol por miedo de hacerlo mal, es como vivir con miedo a morir
No juego para ganar balones de oro, lo hago para ser feliz
Le doy un beso al balón porque siento que cada vez la tratamos peor
No quieras ser como los demás. haz que los demás quieran ser como tu



lunes, 22 de agosto de 2016

Ayer soñé ser tú...


Ayer soñé ser tú. Sí, tú. Rafa Nadal. Y no fue divertido, a pesar de lo que pueda pensar todo el mundo. Me levanté con sudores fríos. ¿Sabes esa sensación de caer por un precipicio en tu propio sueño? Esa fue la sensación que tuve anoche cuando yo, un simplón, era tú, don Rafael Nadal. No fue placentero ese sueño, ¿sabes por qué?
Porque es muy difícil ser tú. Con dieciocho años te echaste a un país, a tu nación, a las espaldas para conseguir un punto importantísimo ante Andy Roddick, número 2 del mundo, que posteriormente confirmaría Moyá para darle la segunda ensaladera a España. La primera piedra en la mochila que cargarías tú, Nadal,  nada más empezar ya eras un referente. ¿Duro?
Porque tienes mucha presión encima. Campeón. Campeonísimo de todo. Y campeonísimo en la forma de conseguirlo todo. Maestro de la tierra y guerrero de las otras superficies. Él ha conseguido brindar de esperanza a España, de que todo es posible, y que una victoria se puede conseguir tanto en París como en Londres, tanto en tierra como en hierba. Solamente hace falta creer en uno mismo. Y él nunca puede dejar de creer, ya que en sus actuaciones están puestas las alegrías de una nación. ¿Complicado?
Porque es un ídolo nacional. Abanderado en los JJOO de Londres, donde no pudo realizar la ceremonia ni participar por lesión, quizás su derrota más dura. Abanderado en los JJOO de Rio de Janeiro, donde alzó la bandera de España hasta lo más alto del cielo brasileño. Y si por los españoles fuera, sería abanderado una y otra vez, sin dudarlo ni un momento. Con los ojos cerrados todos dirían, yo quiero que me represente Rafael Nadal. Una sola persona tiene toda la confianza de un país, la caída podría ser muy alta, ¿no?
Por qué… por qué… por qué… Así podría decir miles de razones de por qué es difícil ser un referente en tu país. Ser un pionero en algo conlleva una enorme responsabilidad para dicha persona. Pero ser un pionero en traer esperanza y convicción para conseguir todo lo que uno se proponga es casi imposible de aguantar para un ser humano, y más, durante tanto tiempo. Muchos “por qués” y solo hace falta un “pero” para que todo se desvanezca, para que todos los “por qués” se vacíen de valor, y ese “pero” se llene de importancia.
Os presento al famoso “pero”, que tiene nombre y apellidos: Rafael Nadal Parera. No existe una espalda más fuerte y sólida para cargar toda esa responsabilidad que la del mallorquín, y encima disfrutar todo ese camino como si de un niño con juguetes nuevos estuviéramos hablando.
Ayer soñé ser un referente, un ídolo para todas aquellas personas que depositan sueños individuales en la fuerza y esperanza que transmite un hombre con una raqueta. Anoche soñé ser tú, Rafa, y sentí miedo y envidia. Miedo por todo lo que tienes que soportar, y envidia por lo bien que lo soportas.


Habrá obstáculos. Habrá dudas. Habrá errores. Pero con trabajo duro, NO HABRÁ LÍMITES.



La culpa es de ellas


Con apenas 17 años, estando yo en el patio del colegio, se me acercó una chica por la que estaba coladísimo, y me preguntó si quería entrenar a un equipo de fútbol femenino escolar. En aquel momento ni lo pensé. Cuando la chica que te gusta acude a ti, y te dice que sabes mucho de fútbol, que serías el entrenador perfecto, y bla, bla, bla, lo único que te sale de la boca es un: “Por supuestísimo”.
Y así es como me encontré, unos días después, en ese mismo patio de colegio, con varias niñas que no sabían ni darle una patada al balón. Que no hacían caso a nada. Que se dedicaban a comer chucherías en mitad de un partido o a quitar la cara para que no les diera la pelota. “¿Dónde me he metido?”, pensé. La liga estaba a punto de empezar y era imposible que pudiéramos siquiera pensar en competir.
Pero poco a poco fueron mejorando. Cada semana controlaban mejor el balón, lo pasaban con más precisión y hasta se atrevían con algún regate. Aquel año perdimos todos los partidos excepto uno que empatamos y que supo a gloria. Dos años después, aquellas chicas sabían hacer prácticamente de todo. He visto auténticos golazos de esas criaturas. Regates que podría firmar el propio Messi. Paradas imposibles. Y tandas de penaltis tan agónicas como las de las finales de Champions. Así ganamos nuestro primer título, y creédme que pocas veces me he sentido tan orgulloso como aquella noche.
Esas chicas me despertaron de mi ‘futbolitis’. De mi ignorancia sobre la competitividad de las mujeres en el mundo del deporte. De lo que les cuesta llegar hasta donde sueñan, unas diez veces más que cualquier hombre. Aquellas niñas que hoy son mujeres me hicieron ver que un periodista no solo tiene la obligación de informar. Con un boli, una grabadora y un teclado de ordenador se puede luchar contra la discriminación, el sexismo y la desigualdad.
Puedo decir que en la Universidad entrevisté -junto con algunos compañeros, en un programa de radio- a 15 mujeres, 13 de ellas deportistas. Algunas de ellas, recientes medallistas olímpicas (Ángela Pumariega, Ona Carbonell, Patricia Herrera), otras, leyendas del deporte paralímpico (Teresa Perales), y otras, estrellas del fútbol mundial (Verónica Boquete). La mayoría no eran reconocidas por el público general (casi todo el mundo nos preguntaba que quiénes eran). Hoy, por suerte, son algo más reconocidas, pero apenas cuentan con el apoyo y el altavoz que se merecen.
Es posible que la única oportunidad de darse a conocer, de hacer vibrar al espectador medio español, de que sus historias de superación sean publicadas en los medios y salgan en las televisiones nacionales, sean los Juegos Olímpicos. Ocurren cada cuatro años, en un periodo de apenas 15 días. Con suerte, puede que disputen cuatro o cinco partidos/rondas, o puede que corran una semifinal y en 20 segundos se acabe todo. Cuatro años trabajando duro para demostrar que estás ahí, que también existes, para desaparecer en apenas dos semanas.
Es ahí, en la exigencia de los Juegos, donde nuestras deportistas se están haciendo fuertes. Son protagonistas, incluso más que los hombres. En Londres, 11 de las 17 medallas fueron conquistadas por mujeres. En Brasil, también más de la mitad (9 de 17). Y no es la cantidad ni el hecho de lograr la medalla. Es el ‘cómo’. Emocionan. Emocionan enormemente.
Lo hizo Mireia Belmonte, en la primera medalla de España en estos Juegos. No participó en los Mundiales de Kazán por lesiones en sus hombros, y muchos expertos la dejaban fuera de la lucha por las medallas. Ella renunció a todo por estar en Brasil. Horas y horas de piscina y una preparación exhaustiva para llegar a Río. Se apuntó a seis pruebas, ganó medallas en dos y estuvo a punto de sumar una tercera. Logró su primer oro olímpico con una remontada espectacular que puso a España con los pelos de punta. “Soy la primera mujer en bajar de los ocho minutos en la historia, pero es más importante el pelo de Sergio Ramos”, dijo en una entrevista a ABC.
No fue la única que nos levantó del sillón de un respingo. Maialen Chorraut vive de un deporte del que no se habla absolutamente nada en cuatro años, pero que es de los más preciosos que existen. La dificultad del piragüismo en aguas bravas, esquivando 24 puertas a toda velocidad, obligada a no saltarse ninguna (bajo una pena que te cuesta la eliminación) provoca que un mal día te mande directamente a casa y tire 1500 días por la borda. Le pudo pasar a la guipuzcoana, que acabó última en el primer intento pero tercera en el segundo. En la final, hizo un tiempo espectacular (tres segundos más que su mayor perseguidora) y logró un oro histórico y su segunda medalla tras el bronce logrado en Londres. No dudó en reivindicar la figura de la mujer, pero sobre todo la madre-deportista: Siete de los nueve meses que pasó su hija en su vientre los empleó en entrenar para alcanzar el éxito en Río. “Hicimos la apuesta y hemos ganado: tener una hija y llevarla a todas partes para seguir compitiendo. Ser madre y deportista parecía imposible pero lo he conseguido. Estoy muy feliz”, declaró emocionada.
No fue más fácil para Carolina Marín, pese a que llegaba como la gran favorita para llevarse el campeonato olímpico de bádminton. Esa posición se la ganó a pulso, ganando dos Mundiales y dos Europeos, acabando con la supremacía asiática en un deporte con poco más de 7000 licencias en España. En China, por contra, hay 100 millones de practicantes. No contaban con que una chica de 14 años de Huelva se separara de sus padres rumbo a Madrid y se entrenara para ser la mejor del mundo. Con 23 primaveras, ya es una de las mejores deportistas de la historia de España, por muchos tweets‘random’ que publicara como adolescente.
De Lydia Valentín, lamentablemente, se habla más de sus fotos “sexys” en Instagram que de su extraordinaria fuerza física. De su capacidad de trabajo. De su lucha por estar en Río en plenas condiciones a pesar de su lesión en la zona dorsal. De su sueño de conquistar una medalla con ‘momento incluído’, y no colgársela al cuello tras dopaje de sus rivales. De que gracias a ella, pionera en la halterofilia española, miles de mujeres se apuntan cada año a gimnasios, academias, certámenes y concursos de levantamiento de pesas. “Siento que al final se hace justicia, que al final todo el sacrificio tiene su recompensa. Si luchas, consigues lo que quieres”, sentenció la leonesa.
Lydia tuvo “su momento’ con 31 años. Ruth Beitia, con 37. Toda una carrera saltando, acumulando condecoraciones, campeonatos de europa y del mundo, aplausos y reconocimiento… pero la cántabra seguía sin medalla olímpica. Decimosexta en Atenas, séptima en Pekín, cuarta en Londres. Pensó en la retirada, pero siguió saltando. Estos eran, a buen seguro, sus últimos Juegos, y Ruth saltó 1,97m sin un solo nulo para conseguir, probablemente, la medalla de oro más bonita de las que hemos vivido estas semanas. “El motor de mi vida este tiempo era una medalla olímpica, que es lo que me hizo seguir adelante y hoy se ha hecho realidad. Esta segunda oportunidad que me ha dado la vida ha sido para demostrar todo el trabajo que hemos hecho estos 26 años, dijo emocionada, con su eterna sonrisa brillando en el Sambódromo brasileño.
Es un hecho que el baloncesto femenino vive a la sombra del masculino, a buen seguro la mejor generación de la historia de nuestro país. Pero el palmarés de ellas es casi tan espectacular como el de ellos. En los últimos 15 años, España ha ganado 10 medallas entre Mundiales y Europeos. Faltaba la más preciada, una plata con sabor a oro tras ganar a todas las selecciones que se cruzaron a su paso en Río (salvo Estados Unidos). Se vieron fuera en cuartos, ante Turquía, pero Anna Cruz, una de las mejores jugadoras del mundo y campeona del anillo WNBA el pasado año, encestó sobre la bocina la canasta de la victoria. “Esa canasta no la metí yo, la metimos todas. La fuerza de nuestro equipo es que estamos muy unidas, somos luchadoras y ambiciosas al máximo”, afirmó en una entrevista a El País. Lograron mejor resultado que los Pau Gasol, Sergio Rodríguez y compañía, pero es probable que en dos semanas su gesta quede en el olvido.
Eva Calvo llegó a Río como una de las grandes opciones de España de conseguir medalla, pero pocos sabían siquiera quién era (me incluyo). Hace solo un año se proclamó subcampeona del mundo, y cuenta con una decena de distinciones en la élite del taekwondo. Una chica ‘sencilla’ de Leganés que logró vencer su timidez a base de patadas y que hace de su humildad su mejor arma. Adoramos cada día a personajes como Nadal, Gasol, Fernando Alonso o Marc Márquez, pero tenemos a la vuelta de la esquina deportistas igual de exitosos (o más) y que representan los mismos valores.
A veces, para llegar a ese éxito, hay que hacer más sacrificios de los esperados. No hablo de dietas o alejarse de familiares y amigos. Hablo de dolor físico. De pasarlo mal. Las cinco gimnastas del equipo español acabaron lesionadas tras realizar una final casi perfecta que les valió la plata. Cuatro de ellas fueron cuartas en Londres por una polémica valoración de los jueces. Cuatro años después, estuvieron a punto de arrebatarle el oro a un país, Rusia, que es rey en este deporte desde el año 2000. Alejandra Quereda, capitana del equipo, dijo esto días antes de viajar a Rio: “Tengo una lesión que es bastante difícil de controlar, una rotura del labro con un edema en el fémur, pero cuando machacas el cuerpo así, son cosas normales. Es decisión mía seguir hacia delante, esto no va a hacer que tire la toalla. La clave es controlar la lesión y conocer el propio cuerpo. La verdad es que me siento en el mejor momento de mi carrera”. Tanto ella como Elena López tendrán que pasar por el quirófano a su llegada a España.
No les importó sufrir para lograr su objetivo. Lograron nueve medallas valiosísimas, que les vuelve a poner en el escaparate, al menos durante un tiempo. Un tiempo que debería prolongarse de forma infinita, pues estas mujeres son el mejor ejemplo para la sociedad española y las futuras generaciones. No podemos darles un pedacito de gloria cada cuatro años. Les debemos un trozo cada día, durante los 365 días. Porque si nuestro país, envuelto en una profunda crisis económica desde hace casi una década, olvida las penurias y se funde en alegrías gracias al deporte patrio, ellas tienen gran parte de culpa. Casi toda.

sábado, 20 de agosto de 2016

Dedica tiempo a hacer aquello que te hace realmente feliz.

Catetos olímpicos


Por los JJOO solo transitaban veteranos periodistas de enciclopédicos conocimientos. Hoy conviven con metemicrófonos, cazaselfies y analfabetos polideportivos.

"Y ahora damos paso a las series de calificación de 110 vallas femenino...". Y se quedó tan ancho el presentador. Todo bien, salvo que no existe tal disciplina porque la distancia en mujeres es de 100 metros, pequeño detalle insignificante que a estas horas su protagonista, que dormirá a pierna suelta, probablemente desconoce. Lejos de ser un caso aislado, este tipo de deslices ha sido una constante en estos Juegos. Horas antes de la anécdota referida, la pareja de presentadores estrella elegidos para estos Juegos en el programa de 'prime time' de la cadena pública arrancaban un carrusel de resúmenes, en el cual aparecía un partido de hockey hierba de la selección española. En un momento dado de los highlights no se ponían de acuerdo si el penalti que se veía en la imagen era penalti-córner o penalti 'stroke'. Lo cual acabaron resolviendo con un desahogado: "Bueno, en cualquier caso no fue gol". Como diría Pérez-Reverte, "con dos cojones". Y despacharon el asunto sin ningún tipo de sonrojo. Este año TVE decidió apostar por un especialista de fútbol y una presentadora de informativos, evidenciando ambos que pasaban "olímpicamente" de la mitad de los deportes de los que hablaban, siempre asesorados por unas paleolíticas libretas de anillas. Tampoco les ayudaba, todo sea dicho, el plano elegido por el realizador.
Esto ocurría en los platós, en los que el ministro Méndez de Vigo tenía la desfachatez de hacerse entrevistar dos veces en una tarde por Televisión Española para atribuirse, me permitirán volver a citar a Pérez-Reverte, "con dos cojones", el éxito del deporte femenino a los planes de integración al deporte del Partido Popular. Decíamos que esto ocurría en los estudios, pero el panorama en las zonas mixtas de las instalaciones era tanto o más desalentador.
Uno de los casos más sonados se produjo en el estadio olímpico, conocido por los brasileños como Engenhão. Bolt acaba de proclamarse campeón olímpico por tercera vez consecutiva. Oro en Pekín, Londres y Río. Una leyenda viviente del deporte. Sin embargo, un periodista radiofónico que dispuso de la presencia del campeón en su micrófono durante unos segundos, le formuló tres preguntas: la última si era del Real Madrid o del Barcelona. Como diría Pérez-Reverte..."con dos cojones". El momento más importante de su carrera deportiva, la del periodista, digo, y le pregunta eso. Ya había inaugurado los Juegos en su emisora preguntando al ciclista Jonathan Castroviejo por sus sensaciones en su primeros Juegos, a lo que el deportista contestó con un escueto "Son mi segundos", tras el cual se 'escuchó' un incómodo silencio. ¿Podía preguntarle a Bolt si era del Real Madrid o del Barcelona? ¿Debía hacerlo? ¿La pregunta era de cosecha propia? Los Juegos Olímpicos siempre han sido una reserva natural por la que transitaban respetables periodistas de cierta edad con enciclopédicos conocimientos de los diferentes deportes olímpicos. Hoy el Parque Olímpico está infestado de metemicrofónos y tipos que se hacen selfies con los deportistas para luego comentar en sus redes si tal o cual deportista es más delgado en la realidad que por televisión. Una nueva estirpe de periodistas que alguien ha dado en llamar acertadamente 'Catetos olímpicos'.
Lo resume escueta y gráficamente Pedro Sardina, periodista especializado en vela durante más de cuatro décadas de experiencia: "Periodismo barato y sin contrastar". Esta futbolización de los Juegos Olímpicos se produce tras la invasión de un ejército de analfabetos polideportivos que ni se documentan ni se avergüenzan de su olímpico desconocimiento sobre deportes en los que su desgana es una falta de respeto hacia sus espectadores, oyentes y lectores, pero sobre todo hacia los deportistas. Algo que se la resbala a estos coleccionistas de selfies, cazadores de medallistas y mitómanos de gatillo fácil.
Por otra parte, la bochornosa cobertura de los Juegos Olímpicos perpetrada por Televisión Española ha levantado muchas suspicacias entre los espectadores, algunos de los cuales sostienen una hipótesis kafkiana: la televisión es víctima de un complot urdido desde dentro para ahuyentar a su audiencia. No se recuerda algo tan desastroso desde aquellas campanadas de Canal Sur. La cobertura se ha caracterizado, especialmente, por la revolucionaria apuesta por la emisión de señales en riguroso FALSO directo. Es decir, engañar a la audiencia para dar emoción a competiciones con españoles, en el mejor de los casos, que ya habían concluido y del que los espectadores estaban informados al segundo en las redes sociales. Además, el criterio de elección de TVE, que ha convertido en un caos La1, Teledeporte y finalmente La2 por la falta de pericia de sus directores de programas, ha dejado al país sin ver en directo casi dos tercios de la participación española. Cuartos de final de equipos españoles que no se veían porque ofrecían gimnasia, golf o tenis (santísima trinidad olímpica de TVE), récords del mundo vendidos como directo cuando habían sido batidos hacía horas, y hasta una final de Mireia contada a las tres y media de la mañana con toda la parafernalia del vivo cuando era un diferido de libro que iba con quince minutos de retraso. Por no hablar de los partidos de rugby, deporte que ha pagado la novatada de su estreno en unos JJOO convirtiéndose en el conejillo de indias de los falsos directos.
A eso se añade el tremendo coste humano de los EREs de TVE, que por cierto nos salen por un pico a todos los espectadores, como el sueldo de sus profesionales. La incorporación de narradores con alarmante desconocimiento de su deporte nos ha hecho añorar a sus predecesores. Parece como si los gritos histriónicos y el hooliganismo, con continuos ataques a las decisiones arbitrales, tratasen de compensar la ignorancia de los códigos propios de un deporte. Ha resultado embarazosa la alternancia inevitable de retransmisiones entre especialistas contrastados de la casa como Paloma del Río o Arseni Pérez con alguna de las nuevas incorporaciones más preocupados por dejar su impronta que por ofrecer una retransmisión didáctica. Narraciones futbolizadas, valoraciones gratuitas y retransmisiones salpicadas de injustificables gags con un cuestionable sentido del humor. Al final uno se refugiaba en la radio, donde también se ha evidenciado la enorme diferencia entre especialistas como los de ciclismo o baloncesto y esos que han dado en llamar todoterrenos que "igual te hacen un partido de waterpolo que el lanzamiento con arco". Y no mienten, es cierto, te lo hacen "igual".
Concluyen unos Juegos para olvidar en lo deportivo de los que solo salen fortalecidos nuestros deportistas, que han competido de igual a igual ante rivales con el doble y el triple de recursos. El deporte no importa a nadie en España. No se enseña en los colegios. Se reduce a la mitad la inversión del Gobierno a través del CSD. El COE, que le echa la culpa al Cardenal, se limita a administrar burocráticamente lo que recibe del CSD. Las empresas privadas no invierten en el deporte. Y a todo eso se suma la gran 'ayuda' de una prensa futbolera que ha exhibido su analfabetismo polideportivo rebajando el nivel del periodismo en la cobertura de unos JJOO a unos niveles que se desconocían. Lo bueno es que con el fin de los Juegos desaparecerán todos estos temporeros y catetos olímpicos como las cucarachas con el frío, con lo que volveremos a leer y escuchar a quienes saben de esto. Y además tenemos cuatro años para conocer la diferencia entre penalti-córner y penalti stroke y desvelar si Usain es finalmente madridista. Cuando decía Coubertin que "lo importante es participar", no lo decía por la prensa... No vale cualquiera para cubrir unos JJOO. No vale todo.


Piensa solo en dos cosas: El disparo y la cinta. Cuando escuches el primero corre como el infierno hasta romper la segunda.